1-En el bar Brasileira, Baixa de Chiado, encuentro al contacto, remera negra con un puño, había dicho. Caminamos en silencio, tanto que no ví a Fernando Pessoa sentado, invitando a acompañarlo . Seguí al hombre joven mirando en la ciudad antigua de Lisboa, un monumento a la izquierda, y tomamos una callecita hacia la derecha. Subimos y llegamos. El sitio estaba colmado de gentes, pidió sentarnos en unas banquetas ya ocupada. Un hombre robusto, pequeño, de lentes gruesos, oficiaba de jefe. Iba y venía por el sitio, controlándolo todo. Me sentí ansiosa. El contacto me señaló al poeta viejo. El jefe se acercó a un equipo, bajó la luz, y todo comenzó.
Dos guitarras, una de ellas portuguesa, más gorda y de doce cuerdas. El jefe cantó fados. Tres. Vibramos todos. A medida que pasaban los ratos , iba nombrando a cantores y cantoras, que se acercaban , y fadeaban. Algunos tristes , otros no. Sentimientos intensísimos. Gente fuera de la tasca, escuchando y el jefe , cada tanto pidiendo silencio con un sonido firme, sin cruzar su boca con el dedo índice.
Fados que me recordaron a tangos, y a música andaluza, y por momentos a algunas gaitas. En la mesa, otro contacto dijo en catalán, el fado trae la ausencia y la presencia, a la vez. Tasca da Chico.
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